Una consolidación fiscal lenta como la que el gobierno
está realizando llevaría la deuda pública neta a un nivel del 30% del PBI en
2020. Este nivel estaría lejos de ser una cifra problemática. La deuda pública de los países emergentes ronda el 40% del PBI en
promedio.
Una consolidación fiscal lenta es una de las
principales apuestas del Gobierno. Quienes critican
esta estrategia señalan con razón el elevado déficit fiscal y la fuerte presión
tributaria. La historia fiscal argentina tampoco ayuda. Exigen más recorte de
gasto público. No obstante, recortar gastos en el medio de una recesión no
parece ser la mejor receta, sobre todo cuando la deuda es baja y existe financiamiento
en moneda local y a tasas reales razonables. Sobran ejemplos en todas las
latitudes de planes de austeridad fiscal que, lejos de ayudar, terminaron
agravando el problema.
El bajo nivel de endeudamiento actual le da espacio al
gobierno para que la estrategia actual pueda llevarse adelante. La deuda
pública neta a fin de año rondará el 24.5% del PBI
(excluye tenencias del sector público e incluye cupones PBI), con lo que este año aumentó unos 6 puntos porcentuales respecto
a 2015, porque creció la deuda y bajó el PBI en dólares oficiales (por la
recesión pero sobre todo por la unificación cambiaria).
Si bien este año
se colocaron unos USD 42 mil millones en el mercado, la deuda terminará creciendo
solo unos USD 15 mil millones, debido a que parte de esos fondos se utilizaron
para pagar vencimientos de deuda (incluyendo holdouts), a que se consiguió una
quita con los holdouts y a que la devaluación ayudó a "licuar" deudas
en pesos tras la unificación cambiaria.
Asumiendo una consolidación fiscal lenta que lleve el
déficit primario sin rentas al 1% del PBI en 2020, y suponiendo que el Banco
Central baja gradualmente la asistencia al Tesoro, la deuda neta crecería unos
6 puntos porcentuales entre 2017 y 2020, lo que equivale en promedio a 1.5 puntos
porcentuales del PBI por año.
Este escenario asume algunas condiciones para el
período 2017-20, a saber, que la economía argentina
crece 3.8% anual en promedio, que el tipo de cambio real se mantiene en torno a
los niveles actuales y que el mercado refinancia los vencimientos de capital y
además aporta unos USD 20 mil millones anuales de nuevo financiamiento entre
2017-19.
La deuda neta crece menos que el déficit fiscal porque
el PBI en dólares crece, porque tanto ANSES como el Banco Central siguen
aportando financiamiento, aunque de forma decreciente, y a que el stock de
deuda en pesos a tasa fija baja expresada en dólares con la depreciación
nominal del peso. Si la economía crece más despacio
o si hay una depreciación real durante los próximos años, el tamaño de la deuda
a PBI crecería más rápido, aunque no en forma dramática.
El resultado fiscal que estabiliza la deuda a PBI para
una economía en crecimiento es un superávit primario sin rentas en torno a 0.5%
del PBI. La distancia respecto al resultado actual es equivalente a unos 4.5
puntos porcentuales del PBI.
El mayor riesgo de esta estrategia es que es altamente
dependiente del acceso al financiamiento externo, tanto para emisiones en pesos
como en dólares. No está claro cuál sería el plan B
en caso de que hubiera un "sudden stop" financiero en el que se frenaran
los flujos de capitales a los países emergentes.
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