Las
condiciones financieras locales y externas volvieron a deteriorarse durante
noviembre. Lo hicieron por cuarto mes consecutivo
y acumulan una caída muy fuerte en lo que va del año. Se encuentran actualmente en zona de estrés. Esto significa que es improbable que una eventual recuperación
de la actividad económica en los próximos meses pueda sostenerse en el tiempo.
La experiencia indica que para ello es necesario que las condiciones
financieras mejoren y salgan definitivamente de la zona de estrés.
Las
condiciones locales, que se habían estabilizado en octubre, volvieron a
retroceder el mes pasado, sobre todo por condiciones de liquidez que resultan
más astringentes, a partir de la suba de la tasa Badlar y
sobre todo de un gran recorte en el spread entre la tasa Call o Leliq y la
Badlar. Este retroceso se dio a pesar de la mayor estabilidad cambiaria, una
marcada desaceleración de la inflación mensual y cierta compresión en el spread
de la deuda argentina respecto al promedio emergente.
Son
tres las variables locales que aún se encuentran muy estresadas y explican la
mayor parte del deterioro de las condiciones locales este año: la depreciación
esperada, la tasa de interés y la inflación mensual.
El estrés que reflejan se encuentra estrechamente vinculado a la corrección
externa que comenzó a transitar la economía argentina hace unos meses, que se
desató tras una disminución abrupta en el crédito externo disponible. Es probable que estas variables puedan
mostrar una mejora en los próximos meses, en tanto haya finalizado la
inestabilidad cambiaria que estuvo asociada a la corrección externa. En
este sentido, octubre y noviembre arrojaron señales muy alentadoras que invitan
a pensar que la estabilización cambiaria se está consolidando. Una compresión adicional del riesgo
argentino respecto al emergente sería muy favorable para poder afianzar la
estabilización.
Por
otro lado, las condiciones externas se deterioraron en forma significativa por
segundo mes consecutivo. Como sucedió la mayor parte del año, se debió a peores
condiciones en los mercados emergentes, reflejadas en un menor apetito por
riesgo emergente -la variable externa relativamente más estresada-, una mayor
volatilidad en acciones y monedas emergentes y en los futuros de commodities.