La última
semana del año nos sorprendió con una conferencia de prensa del equipo
económico en pleno. Si bien se hicieron
anuncios en temas de objetivos fiscales y programa financiero para los próximos
años, el tema más caliente estuvo relacionado con cambios en la política
monetaria. En concreto, se difirió por un año el objetivo de llegar a inflación de 5 por ciento
de 2019 a 2020. En línea con ello, se modificó al alza la meta de
inflación de 2018 que pasa a ser 15 por ciento y se descartaron las bandas.
Los cambios
en las metas de inflación fueron el resultado de un debate en la profesión y en
el seno del gobierno, ya que como estaban fijadas eran en la práctica
incumplibles pero cambiarlas podía implicar que se generara un sesgo
inflacionario.
El anuncio
de la revisión de las metas tuvo un impacto fuerte (pero temporario) en el
mercado cambiario, llevó a una fuerte caída en las tasas de interés de las
Lebacs más largas y seguramente generará un aumento en las expectativas de
inflación del relevamiento que hace el Banco Central (en el REM).
Nuestra
visión es que la nueva meta de 15% sigue siendo ultra ambiciosa y que la
remoción de bandas no es conveniente ya que la determinación de rangos posibles
para la inflación ayuda a coordinar con más efectividad las expectativas. De hecho, ningún país de Latinoamérica tiene
objetivos de inflación puntuales sino que establece desvíos sobre la meta
puntual bajo la forma de pisos y techos.
Algunos
critican al gobierno por la intromisión en la política monetaria. No acordamos con esa postura ya que la
fijación de las metas de inflación es una facultad del Poder Ejecutivo y la
implementación de las acciones para cumplir con el objetivo es lo que está
delegado en el Banco Central. Seguramente seguirá utilizando la tasa de interés
como principal instrumento anti-inflacionario, aunque las tasas nominales
serían algo más bajas.
Otra de las
críticas apunta a una pérdida de reputación del Banco Central y que ello podrá
tener implicancias negativas en las expectativas de inflación. Así, la lucha anti inflacionaria será más
dura y los resultados demorarán más tiempo en materializarse. Acordamos con ese argumento y creemos que
efectivamente habrá costos en el corto plazo en ese sentido.
El
principal beneficio del cambio de metas de inflación es que moverá la mezcla de
política económica a una situación en el que la velocidad de ajuste en las
metas fiscal e inflacionaria estarán más alineadas y permitirán que continúe la
recuperación en el nivel de actividad.
Adicionalmente,
el hecho de que el Tesoro requiera menos financiamiento del Banco Central le
otorga más independencia y mitiga la pérdida de reputación por el cambio de
metas ya que ayuda a aumentar la credibilidad en la política monetaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario