La
depreciación del peso de los últimos meses hasta ahora ha tenido un impacto muy
acotado en la inflación minorista y bastante menor que en experiencias pasadas.
Es un progreso logrado en muy poco tiempo, aunque creemos que aún es temprano
para cantar victoria.
La inflación mayorista, que inevitablemente está
mucho más vinculada al tipo de cambio por la mayor incidencia de bienes
transables internacionalmente, se aceleró en los primeros dos meses del año y
aún desconocemos la magnitud de este potencial impulso sobre los precios
minoristas.
En
definitiva, todavía no sabemos si los mecanismos de propagación desde el tipo
de cambio a los precios minoristas efectivamente están funcionando con menor
intensidad, como sucede en casi todos los países de la región, o si en realidad
están funcionando más despacio y se harán más visibles en los próximos meses.
Veamos las
últimas experiencias. La devaluación de principios de 2014 fue cercana al 30% y
dos veces más grande que la depreciación reciente. En aquel momento, la inflación
core (que obvia los ajustes de tarifas) en los dos meses posteriores a la
devaluación acumuló una aceleración de unos 6 puntos porcentuales respecto al
ritmo que tenía antes. Simplificando, el
traspaso entonces fue cercano al 20% en los primeros dos meses.
En cambio, la
inflación core en enero y febrero de este año (1.7% y 2.1%) mostró una
aceleración acumulada de apenas 0.4 puntos porcentuales respecto al ritmo
que mostraba en los meses anteriores (1.7% mensual), en un contexto en que el tipo de cambio subió cerca de 15%. Medido de
esta forma, el traspaso fue menor al 3%.
En síntesis,
hasta ahora el impacto sobre los precios minoristas fue muy acotado y el
traspaso ha disminuido sustancialmente respecto al pasado reciente. No
obstante, nos parece necesario contar con una ventana de tiempo más amplia para
poder extraer conclusiones definitivas.
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